miércoles, marzo 25, 2009

Un comienzo

En algún tiempo, en un lugar gigantesco, existía una masa casi infinita y cambiable. Tenía forma de naranja, pero para sus habitantes solo era un inmenso territorio que se perdía en el horizonte. Todo era paz y tranquilidad, la calma invadía el lugar y no existía mucho movimiento, los colores eran claros y transparentes, acompañados de una música armoniosa, que transportaba todo, a una dimensión llena de dicha y felicidad.

La naturaleza, única habitante en ese entonces, compartía sus necesidades con cada pedazo de vida que se manifestaba. El Agua, el más grande de aquel globo, arrastraba sus caudales hacía La hermosa Tierra, creando especies llenas de energía y empeño para comenzar el ciclo de evolución en aquel maravilloso lugar. Así, el concierto de sonidos y bailes amables, le proporcionaron vida a lo que es hoy nuestro Planeta Tierra.

En ese momento, La Tierra fue recogiendo El Agua como su único amante del ciclo vital, convirtiéndose para ella en una compañía inseparable, sin importar a donde fueran. Los dos, conversaban y cantaban durante el día, mientras en la noche descansaban mirando la luna y las estrellas. Así, pasaron días, meses y años, convirtiéndose cada vez más, en cómplices de una vida llena de gozo y sabiduría.

Mientras el tiempo transcurría, el Agua y La Tierra se fueron dando cuenta que convivían en una soledad inexplicable, no entendían que les ocurría, pero a medida que pasaban los días se sentían cada vez más solos y aunque compartían ese maravilloso lugar con otros seres vivientes, pensaron que la compañía de cualquier otro ser, podría quitarles esa tristeza que los afligía y los separaba lentamente.

Un día, La Tierra se despertó y vio que El Agua estaba distraído y distante, pues su caudal estaba un poco callado y su forma de actuar había cambiado de la noche a la mañana. La Tierra extrañada del comportamiento de su único compañero y amante, no le puso atención, decidiendo no hablarle por ningún motivo, hasta que él volviera a ser el mismo de antes. Sin embargo, El Agua siguió durante el día como si ella no existiera y no llegó a percatarse de aquel cambio intencional.

Así se la pasaron por mucho tiempo, sin que ninguno diera aquel paso que rompiera el hielo y terminara con esa eterna intranquilidad. Sin embargo, La Tierra, empezó a sentir una angustia interminable y cada amanecer sentía una nostalgia de la época en que El Agua, compartía con ella momentos inmortales, de los que estaba completamente segura, no podría olvidar.

Tanto era su dolor que empezó a sentir en su interior un nudo que la ahogaba lentamente y no podía respirar con tranquilidad, jadeaba continuamente y su corazón empezó a latir con mucha más potencia. Podía percibir esa soledad tan intensa que la tenía atrapada en ese núcleo de ira y soberbia, queriendo desatarse de ese sentimiento tan penetrante que no la dejaba pensar con serenidad.

Luchó con tanta fuerza, que una noche, después que El Agua fuese a descansar, siguiendo el mismo ritual de siempre –mirar la luna y las estrellas– una serie de movimientos empezaron a fluir con una levedad casi imperceptible, era una agitación que conducía su ser de un lado para otro avanzando sin parar, revirtiéndose de arriba para abajo. Los movimientos se tornaban más y más fuertes, su angustia salía mientras se desataba un caos agobiante y una lluvia de angustia y soledad, explotaba por los aires salpicando todo lo que estaba a su alrededor.

Sí, era La Tierra, había soltado todo lo que tenía guardado en la cajita de su interior, dejando salir un líquido denso y caliente, de un color rojizo espeso, que brotaba cada vez, que se sentía más liberada de aquel rencor inconsciente. Las burbujas que soltaba, estallaban proporcionando un sonido ensordecedor, escuchándose hasta el mismo corazón del Agua.

Por otra parte, El Agua que no se había percatado de la rabia de su compañera y amante, recordó que había dejado a La Tierra en completa soledad, estaba tan distraído que nunca llegó a imaginarse de la magnitud de sus actos, ni del tiempo que había transcurrido y mucho menos que en algún momento La Tierra necesitara de él.

Durante su aislamiento, El Agua había encontrado una solución para que la soledad que sentían él y La Tierra, se acabara totalmente, sin saber que esa causa, iba a ser impactante en la vida de convivencia con su pareja. No se preocupó, pues la seguridad que sentía al quedarse estático por tanto tiempo, sin decir lo que estaba pasando por su mente, era tan firme que pensó que La Tierra lo iba a entender. De manera que seguía buscando una estrategia para que sus vidas cambiaran rotundamente.

Nunca miró hacía atrás, sólo seguía pensando, pensando y pensando, hasta que un día encontró la solución. No sabía como decirle a La Tierra su maravillosa idea y cuando halló el momento, empezó a sentir que sus caudales eran removidos por una fuerza que no provenía de él y que lo arrastraba sin compasión. Confundido, vio que salía de una cajita un líquido espeso, caliente y de un color rojizo, que logró penetrarlo quemándolo por todos sus bordes.

El líquido se fue desvaneciendo, mientras se hundía en las profundidades del Agua, pues era tanta su tranquilidad, que pudo superar la agitación transmitida por esa acuosidad. Estaba tan lleno de alegría que no le importó haberse quemado un poco sus bordes, con lo que La Tierra había sembrado en su cajita interior, logrando al final, que se evaporara después de hundirse en el fondo de sus caudales.

Cuando el caos concluyó y todo volvió a la normalidad, El Agua, pudo entablar una conversación con su única compañera y amante, pues liberada de su angustia convertida en rabia y resentimiento, al fin, pudo darse cuenta que él nunca la había abandonado como ella creía.
De manera que todo volvió a la calma anterior, volvieron a conversar y cantar durante el día, mientras en la noche miraban la luna y las estrellas.

Sin que el Agua aún le contara su plan para que aquella soledad terminara, pasaron días, meses y años sin percatarse que La Tierra había tenido un cambio en su cuerpo. Era algo insólito, pero su masa estaba fraccionada en cuatro grandes pedazos, que se fusionaban completamente con su único compañero y amante. Ahora más que nunca estaban ligados de una forma más intensa, comprendieron su libertad como seres individuales, que piensan y sienten por sí solos, conociendo que de esa manera no se harían daño, pues no juzgarían el comportamiento del otro, antes de esclarecer la causa de sus acciones.

Llegaron a un acuerdo, dónde El Agua y La Tierra se necesitarían el uno al otro para sobrevivir, pues se ayudarían para lograr que esa soledad que no entendían, terminara totalmente. En efecto, El Agua, decidió contarle a La Tierra, cual era su estrategia de solución al problema. Consistía en que él –El Agua– se reproduciría con su única compañera y amante –La Tierra– de manera que el fruto de ese amor puro que existía entre ellos, sería lo que los salvaría.

Así pues, fue como nació El Ser Humano de aquella unión armoniosa y encantada, acogiéndolo como su más preciado hijo, brindándole todo su amor y afecto. Por consiguiente, El Agua y La Tierra eran cada vez más felices, su angustia causada por aquella soledad inexplicable, parecía que había terminado y a cambio de eso, comenzaban una etapa demasiado importante para ellos, Ser Padres. Desde entonces, El Agua y La Tierra, volvieron a conversar y cantar durante el día, mientras en la noche miraban la luna y las estrellas, pero esta vez, acompañados de su hijo, El Ser Humano, un ser hermoso, inteligente, sabio y libre de todo miedo y angustia, que cambió sus vidas convirtiéndose para ellos, en su más encantadora compañía por el resto de su existencia.

sábado, mayo 24, 2008

10. Correo directo


Marzo 20 / 2008, 3:00 pm

Para: raquel@gmail.com

De: deboraflauta@gmail.com



Hola mamita linda:


Ya llevo varios días tratando de comunicarme con él. Virginia me dio el número del teléfono, pero imposible que me haya dado un número que no era.  Es que es muy raro. Lo he llamado varias veces pero no contesta. Él nunca deja de contestarme y sino, me devuelve la llamada ¿Será que no sabe que soy yo y por eso no contesta? ¿O estará viajando y la llamada no entra por que está fuera de la cobertura? De todas maneras seguiré insistiendo.


Llevo varios días acá y hasta estoy dictando clases para pagar el hotel. Ya dicté mi primera clase y mis estudiantes quedaron muy contentos, pues según ellos aprendieron mucho. Yo la pasé muy bien, además son chicos muy atentos y respondieron a la clase como me lo esperaba. También he ido a ver la orquesta y he estado en algunos ensayos, lo que me ha mantenido distraída. Los músicos son muy buenos y ya me hice amiga de varios. Pero nada es perfecto mami. No he podido hablar con Roberto y eso me tiene muy mal. ¿Será que perdí la venida y todo el esfuerzo de venirme para acá, para nada?


Esperaré unos días más. Te contaré. Te adoro mamita. Me haces mucha falta.


Deb.


Yo no hacía sino escribirme con mi mamá todo el tiempo y la incertidumbre me visitaba por esos días. Yo sabía que tenía que darle espera un poco más a que contestara o simplemente de que llegara de viaje, si es que en realidad se había ido a pasear y recorrer Europa, algo que habíamos planeado hacer alguna vez juntos. 



Marzo 25 / 2008, 11:00pm

Para: raquel@gmail.com

De: deboraflauta@gmail.com



Hola mamita linda:


Imagínate que por fin Roberto me contestó. Definitivamente se había ido a pasear para conocer los alrededores de Inglaterra. Quedamos que nos veríamos mañana en un pub al medio día para hablar, pues hoy no podía venir al hotel, pues acababa de llegar de viaje y estaba cansado. Estoy feliz mami, ya voy a poder decirle por fin todo lo que ha pasado. Espero que todo salga bien. 


Un abrazo. Te amo mamita. Te contaré.


Deb.


La noche transcurrió más lenta que de costumbre. Ya estaba próxima de ver a Roberto y de tener la posibilidad de contarle lo que había pasado. Me sentía feliz pero llena de dudas, por aquel encuentro. Esperaba que todo saliera bien. Que me perdonara, que volviéramos juntos a Boston y seguir con nuestras vidas como lo  eran antes. Era consciente de que la situación estaba complicada y que iba a ser más difícil que de costumbre, pero mi esperanza seguía firme e intacta desde que llegué a esa ciudad desconocida para mí.


Me levanté sin pensarlo dos veces, bajé al restaurante del hotel a tomar mi desayuno y me quedé ahí por un buen rato a pensar. Luego quise salir a tomar aire puro y a observar cómo la naturaleza me reconfortaba por esos días, trayéndonos sus colores primaverales reflejados en los árboles de la ciudad. Traté de hacer tiempo caminando y visitando cuánto parque y cuánta avenida o calle se me atravesara por el camino, hasta que llegó la hora en la que acordé con Roberto para vernos. Me sumergí en la ansiedad, pero traté de estar lo más tranquila posible y me dirigí al pub. Me senté en la barra a esperar y mientras tanto pedí una cerveza. Pasaron un par de horas, pero Roberto nunca llegó, sólo llegó al día siguiente, un correo.



Marzo 27 / 2008, 8:00am

Para: deboraflauta@gmail.com

De: robertodiseno@gmail.com



Hola mi Deb:


Perdóname. Sé que esto no está nada bien. Tú te viniste desde Boston a buscarme y yo he sido un total patán contigo. Pero en realidad siento que no es un buen momento para vernos. Estoy un poco confundido y en estos momentos no sé ni lo que siento. También sé que esto no se puede decir por correo, pero no soy capaz de verte y decirte de frente que quiero estar solo, que quiero pensar y meditar. No podría. Me derretiría con sólo verte y desistiría de lo que siempre he querido hacer antes de emprender mi vida con alguien. Quiero viajar y recorrer el mundo. Tú ya tienes tu vida resuelta y eres una mujer exitosa, a quien le ha ido muy bien. Y sé que cuando todo esto pase, volveré a Boston pronto y podremos estar juntos de nuevo. Mi papá me contó todo y digamos que esa noticia me ayudó un poco a tomar esta decisión. Perdóname por favor. Espero que no me odies.

Cuídate mucho. Pronto me pondré en contacto. Un abrazo.


Robert.



Hoy es un día gris. Aunque el sol salga y las flores de la primavera aparezcan frenéticamente ligadas a los árboles con la felicidad que emana ver los colores en la naturaleza, para mí sigue siendo un día gris. Hoy salgo para Boston. Mi mamá después de saber aquella noticia, viajará para allá a acompañarme por unos meses. Quedamos de vernos en el aeropuerto, en donde Raúl nos recogerá. No sé si pueda perdonarlo o si más bien algún día pueda entender todo lo que pasó y por qué tomó esa decisión tan abrupta, que sin ningún sentido, logró votar a la basura lo que habíamos construido. No lo sé. De lo único a lo que puedo aferrarme es que sólo con el paso del tiempo, me lograré dar cuenta.  


FIN




9. Futuro incierto

Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.
Estuve varios días en Colombia con mi mamá tratando de entender qué había pasado con mi papá. Ella me contó que él nunca se enteró de que ella estaba en embarazo, pues habían terminado su relación antes de enterarse y cuando ella quiso decírselo, mi papá se había ido del país sin dejar ningún rastro para encontrarlo. Los dos eran muy jóvenes y pues no habían tenido un gran acercamiento con sus familias, ni tenían mucha confianza con ellos como para que mi mamá fuera a donde la mamá de él a preguntarle dónde estaba su hijo. Simplemente ella decidió tenerme sola, con el apoyo fundamental de mis abuelos, que por supuesto siempre fueron ese pilar significante para mi mamá en todo momento.

Estuve varios días divagando en lo que pudiera pasar, en que no podía saber ciertamente qué iba a suceder conmigo y con Roberto. Traté de imaginar todas las situaciones posibles y traté de sentir lo que pasaba en mi interior si eso sucedía. Pero ninguna me gustaba, entre todas las posibilidades que me imaginaba, en ninguna Roberto estaba conmigo. Mi corazón me decía que siguiera con él, que no importaba que fuera mi hermano, pero es imposible tener una relación con un hermano de sangre. Él ha sido el hombre perfecto para mí, pues la edad nunca me importó cuando estaba con él. Él me gustó desde que lo conocí, como si lo amara desde el mismo día en que lo vi por primera vez, como para que de un momento a otro la vida me arrebate sin compasión el deseo enorme de estar con Roberto por siempre. Era una sensación muy desagradable. Yo seguía tratando de pensar en todas las posibilidades, pero apenas aparecía Roberto en mi mente, la idea de seguir con él, se desvanecía a raíz de la moral que uno tiene arraigada desde la niñez.

Me devolví para Boston a buscarlo y por supuesto a hablar con Raúl, con toda la intención de decirle a ambos que no me importaba nada, que yo amaba a Roberto y que no me afectaba seguir con él a pesar de lo que me había enterado. Llegué a mi apartamento y me dediqué a llamarlo desesperadamente, quería contarle todo y que estuviera conmigo en ese momento, pero nunca contestó. Entonces llamé a Raúl y le puse una cita en un restaurante. Quedamos de vernos para almorzar al día siguiente de mi llegada. No dormí en toda la noche, yo insistía en el celular de Roberto y me mandaba al buzón de mensajes inmediatamente, llamaba a Virginia y ella no me daba ninguna razón. Tocó resignarme a esperar a que llegara el momento para mi encuentro con Raúl.
Me pasé la noche en vela, acostada en mi cama tratando de contemplar el sueño, pero nunca pude. Me paraba de la cama a tomar agua o a ir al baño, cada vez que se me volvía desesperante la espera a que el alba apareciera a través de mi ventana. En mi reloj eran las cinco de la mañana, cuando pude pegar los ojos, me quedé dormida sin pensarlo, a causa del cansancio del viaje y de mi lucha constante por dormir. Cuando desperté, vi de nuevo el reloj y eran las diez de la mañana. Increíble que el cansancio pueda hacer dormir a alguien de esa manera. Me paré de la cama y fui al baño para ducharme. Quería salir lo más pronto posible para ver a mi director, antes de mi encuentro con Raúl y hacerle saber que ya había llegado del viaje y que comenzaría en los ensayos ese mismo día.

Llegó la hora del almuerzo. Cuando entré al restaurante, Raúl ya estaba esperándome. Respiré profundo para decirle la verdad, pues mi mamá me confesó que no fue capaz de hablar con él, en el tiempo en que estuvo en Boston. Era como si el tiempo se detuviera y a la vez se acelerara a una velocidad impactante. Me acerqué a la mesa y lo saludé como si no pasara nada. Me senté en la silla del frente.

- Hola Raúl, ¿Cómo estás?
- Hola Débora… Pues… Bien, aunque realmente estoy intrigado, es muy extraño que me cites.
- Si… lo sé, pero necesito hablar contigo de varias cosas.
- ¿Quieres que pidamos de una vez o más bien quieres tomar algo primero?
- Yo creo que mejor tomamos algo primero, pues por lo que veo, esto va para largo.
- Ah… ¿así es la cosa?... Bueno… y… ¿Cómo qué te provoca?
- Una copa de vino estará bien.
- Ah bueno… entonces vino será.
- ¡Ey! … A bottle of Chianti, please.
- In a moment.
- Thanks.

Yo simplemente observaba cómo Raúl le pedía al camarero el vino, mientras que en mi mente trataba de repasar lo que tenía que decirle y cómo se lo iba a decir. Todo me daba vueltas en mi cabeza y el sudor recorría todo mi cuerpo transpirando una incertidumbre inimaginable.

- Bueno y ahora sí, dime… ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me estás citando acá?
- Mira, quiero hablarte de mi mamá.
- ¿Te contó que nos conocimos hace muchos años y que fuimos novios por un tiempo, pero no nos volvimos a ver sino hasta el día de tu recital?
- Si claro, en realidad me contó todo. Lo cercanos que fueron y lo que había pasado entre ustedes.
- Ajá… ¿Y qué fue lo que te dijo?
- Me dijo que después de que habían terminado, tú te fuiste del país sin dejar ningún rastro y a la semana de que te fuiste, ella se enteró de que estaba embarazada y que además, ese hijo era tuyo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Cómo así?!
- Sí Raúl… Mi mamá quedó en embarazo y no se había dado cuenta… y cuando se enteró, te fue a buscar pero ya te habías ido del país.
- ¡No lo puedo creer!... ¿Y dónde está? ¿Está en Colombia?... Me gustaría conocerlo… ¿Es un niño?... Ya debe tener muchos años… Eso fue hace mucho tiempo… ¿Pero cómo no me di cuenta?
- Raúl… Ese hijo soy yo.

El silencio enmudeció el espacio y su cara se desdibujó por un momento sin poder reaccionar. Estaba totalmente en shock, mientras las lágrimas seguían cayendo por mi rostro sin parar. El haberme liberado de la verdad, no me hacía menos pesada, por el contrario no dejaba de pensar en Roberto y en el simple hecho de que aún seguía siendo mi hermano.

- A mí nunca me interesó conocer a mi papá y mucho menos saber algo de él. Si mi mamá no me contaba, para mí estaba bien, siempre he confiado en ella incondicionalmente. Tampoco me hacía mucha falta un papá. Mis abuelos y mi mamá siempre han sido todo para mí. Además siempre han sido un apoyo en todo momento.

Respiré por unos segundos, mientras Raúl seguía en silencio y atento a lo que le decía.

- Pero lo que menos me preocupa de todo esto, no es que tú seas mi papá. En realidad lo que más me tiene triste y confundida es Roberto, pues yo lo amo y quiero pasar el mayor tiempo de mi vida con él… Pero sí yo soy tu hija y él es tu hijo…

Me solté a llorar de inmediato. No podía parar a causa de aquel dolor tan profundo en mi corazón. Me tapé la cara con las manos, tratando de detener ese derrame de angustia, pero no podía controlarme.

- ¿Qué?... ¡No Débora!... ¡Para! ¡Para!

Se levantó, se acercó a mí y me abrazó. Trató de consolarme unos momentos hasta que pude volver un poco a la normalidad y respirar con más tranquilidad.

- Débora… Tengo sentimientos encontrados… Primero, me siento feliz de tener un hija, algo que siempre quise tener propio, pero las circunstancias de la vida no me lo permitieron. Y ahora que sé que tengo a mi propia hija, pero que no la vi crecer y no supe nada de su desarrollo, me llena de una total tristeza.
- ¿Cómo así Raúl?
- Que Roberto no es mi hijo… Yo lo crié como mío, pero en realidad es sólo de Virginia y de su primer esposo. Ella tuvo a sus dos hijos y se operó. Luego después de un tiempo su esposo falleció en un accidente. Como yo era muy allegado a la familia por que yo había estudiado en la universidad con Daniel, cuando él falleció, Virginia y yo comenzamos a tener un vínculo muy grande. Los niños me conocían y me querían como su tío y yo mantenía visitándolos mucho para acompañar a Virginia en su dolor y algunas veces a llevarme los niños a pasear o dar una vuelta por ahí, para que Virginia descansara. Con el paso del tiempo nos enamoramos y decidimos casarnos para que yo pudiera adoptar los niños como si fueran mis propios hijos y ellos pudieran tener una protección. Yo los vi crecer y les enseñé muchas cosas de las que saben y por supuesto, los quiero como si fueran míos.

No sabía qué sentir. No sabía si se me había quitado un peso de encima o me sentía peor que antes. De igual manera, seguí llorando y no paraba de llorar aún más. No podía contenerme y cada vez que Raúl pronunciaba alguna palabra de aliento, yo seguía derramando lágrimas sin detención. Después de un pequeño lapso de tiempo me tranquilicé. Comencé a sentir mucha alegría, pero a la vez incertidumbre por no saber en dónde estaba Roberto.

- ¿Cómo estás?
- Ya mejor… En realidad no sé qué sentir, pero pues ya estoy más tranquila de pensar que él no es mi hermano y que puedo seguir amándolo sin ningún problema.
- Débora quiero pedirte un favor.
- Sí claro, dime.
- No le digas nada a Virginia hasta que yo hable con ella. Yo sé que ella lo entenderá muy fácilmente, pero de todas maneras quiero ser yo quién le dé la noticia.
- No te preocupes, no le diré nada.
- En cuanto a Roberto mi niña… Se fue para Inglaterra a buscar una nueva vida, a recorrer Europa y a pasar un tiempo por allá. Cuando te fuiste para Colombia, eso le dio muy duro. Lo sé debido a que un día se me acercó pidiéndome un consejo. Me dijo que estaba muy extrañado de tu actitud y que si tú no confiabas en él, ahí no había nada. Por supuesto no le pude decir mucho al respecto por que yo no sabía qué era lo que estaba pasando. Y lo único que le pude decir era que hiciera lo que su corazón le dictara, que él estaba muy joven y que disfrutara la vida sin atarse a alguien antes de estar totalmente seguro de su sentimiento.
- ¿Cómo? ¡No puede ser!… ¿Y en qué parte de Inglaterra está?
- En Londres.

Yo no quise almorzar, terminamos la botella de vino, me despedí con un cálido abrazo, asegurándole que volvía a buscarlo para que habláramos de lo que nos habíamos perdido y salí disparada a buscar a mi director para que me diera permiso de viajar a Londres. Después de que le conté toda mi historia, su respuesta fue decirme que podía irme por el tiempo que fuera necesario. Me pareció perfecto. Tenía que viajar cuanto antes. Llegué de nuevo al apartamento, llamé a mi mamá para contarle mi nueva decisión y reservé un tiquete de avión en el primer vuelo que encontré, sin pensar en lo que podría pasar.